jueves, 19 de agosto de 2010

regalo callejero

“Paciencia” dice un cartel en la esquina de una calle inundada de vehículos, Qué extraño! Esas no son las típicas señaléticas que te encuentras en la calle, eso pensé, pero todo toma sentido cuando veo a un payaso callejero intentando rescatar una de sus pelotas del ruido de los motores y los neumáticos de los autos detenidos, miro con agrado la escena, esos son los pequeños regalos que te entrega de vez en cuando la ciudad, con su vertiginoso estilo de vida estas ocasiones escasean, sin embargo cuando ocurren producen el mismo efecto, que es felicidad. No sé si sonreí , de todos modos esas son de las cosas que se piensan y sólo se ejecutan, pero él con su voz de payaso malabarista , me dijo:” hay que tener cuidado con las pelotas, porque si se caen, se pierde la magia, por eso hay que ensayar mucho”, y tras estas palabras sonrió, yo recuerdo en esta ocasión haber sonreído, un extraño sentimiento brota en mí y agradezco no haber tomado la micro llena de gente con rostros grises y haber recibido una sonrisa, junto con el recordatorio de que hay que tener cuidado, porque la magia se pierde. Esto se aplica para todo orden de cosas, está en nosotros mantener la magia, y no me refiero a esas historias adolescentes que abundan en estos tiempos, si no que a la de la vida en sí, y lo maravilloso de todo esto es que está en nosotros preservarla, si bien hay factores externos, la gran parte depende de uno, así que la próxima vez que te vea te diré lo mucho que te quiero, te abrazaré y seguro se me ocurrirá algo agradable para que compartamos porque no quiero que se pierda la magia, así que la próxima vez que salga a la calle saldré con una sonrisa, aunque vaya atrasada con mis compromisos, y si no recibo algún regalo, espero yo entregárselo a algún transeúnte, es increíble como esos detalles pueden iluminar el día de alguien. Gracias por la magia :)

sábado, 14 de agosto de 2010

nada más que aceras

Y ahí estaban las mismas aceras, las mismas por las que caminamos incontables veces, (o por lo menos nunca las conté), porque lo importante no era eso, en ese momento lo único que importaba era que nos teníamos el uno al otro y no bastaba más. Un paso, los mismos faroles, la bebida de siempre que ahora está restringida casi al punto de expulsión de mi vida, cinco bancas, el mismo color, un aire especial ya que es el agosto más amable en años que recuerde (y aquí voy y no quiero caer en lugares comunes) me produce cierta felicidad ese hecho, pero luego ese motivo de felicidad se transforma en causal de sufrimiento, es que todo el entorno no logra cambiar mi estado, ¿sigo siendo la misma? Es una buena pregunta, no hay respuesta, y en caso que sí la hubiese, ¿es bueno eso o malo? Sigo, otro paso, los faroles quedan atrás, dan lugar a un espectáculo luminoso más imponente y moderno, tal como abundan por estos días en la ciudad, no es algo sorprendente, bancas de metal, sigue una concepto completamente distinto a todo el barrio, pero quién se puede oponer a ello, quizás va en contra de él incluso, pero lo cierto es que le da vida, niños que corren, unos metaleros en una de las cinco bancas bebiendo una báltica, se van, llega un niño, toma la lata, la bota en el basurero ( que bien educan a los niños ) y sale corriendo nuevamente, sin destino porque luego noto que da vueltas en círculo, llenando de energía al barrio, una señora madre que saca fotos al suceso del día, la apertura de un bar, caras felices, otras no tanto, (quizás es la mía, son sentimientos encontrados) flashes van y vienen, pero esto no es un evento social, es más bien un encuentro con la melancolía, nostalgia de aquellas palabras dichas en una de las bancas que siguen verdes, y con las ventanas que se abrieron tras ellas, hoy he puesto una canción de fondo, hoy el centro esta iluminado, hoy en una de las bancas alguien no piensa en la luz que hoy resplandece y que todos miran la misma que los niños intentan tocar, sobre la que vierten una moneda pidiendo un deseo perdido, piensa en donde dejó la que antes iluminó la plaza por la que hoy caminan otros compartiendo las mismas palabras. Quien leía se ha marchado, ya no es necesario, la espera ha terminado, llegó quien ilumine la acera por las siguientes cuadras, deja atrás las esferas de fuego en el agua, mientras otros mirándolas buscan recordar donde perdieron las de ellos.